Meditación de la Semana
Tercer Domingo de Adviento
Señor, Tú nos llamas a la alegría, pero no a la alegría pasajera, la del momento, sino a la alegría que pone paz y serenidad en la vida.
Alegría y gozo que nace de la fe en Ti, porque vienes en persona, porque traes el desquite, la retribución de Dios.
Porque abres los ojos del ciego, el oído del sordo, porque los cojos saltan como ciervos ante tu presencia.
Con tu llegada, a tras queda pena y aflicción.
Gozo y alegría lo inunda todo.
Danos paciencia para esperar tu llegada, paciencia como la del labrador que espera la lluvia, porque tu venida está cerca, estás a las puertas.
La voz del Bautista nos anuncia tu llegada, el mensajero que prepara tu camino. El profeta, y más que profeta; el grande que es pequeño en el Reino de los cielos.
Que sepa reconocer tu llamada, Señor, tu golpear en mi vida para que llenes de alegría, sin límite mi rostro.
Eres tú, y no tenemos que esperar a otro